El Mudslide es el batido alcohólico por excelencia: dulce, cremoso y rico. Su popularidad se remonta a una época en la que nos guiábamos por los menús laminados de las cadenas de restaurantes. Es decir, no suele ser un ejercicio de equilibrio y artesanía.
El Mudslide nació en los años 70 en el Wreck Bar en el Rum Point Club de la isla de Gran Caimán. Sí, parece más un cóctel para después de esquiar que algo que se pueda tomar en una playa de arena. Pero se inventó cuando un cliente quiso un Ruso Blanco y el bar modificó la receta para incluir crema irlandesa. La bebida, sin esfuerzo, fue un éxito, llegando a las costas estadounidenses y convirtiéndose rápidamente en una de las favoritas del TGI Friday’s y de los cócteles caseros.
La mayoría de las versiones del Mudslide se ahogan en helado y se sirven en vasos del tamaño de un circo, lo que da como resultado una congelación del cerebro y su dosis diaria de calorías en un solo cóctel. Este Mudslide se inclina más hacia lo magro y muestra los espíritus en lugar de sólo el azúcar y los lácteos. El vodka, el licor de café y el Baileys aportan un toque alcohólico que atraviesa la rica crema, mientras que la guarnición de chocolate añade un toque visual de “barro” a la bebida y aporta un aroma y un sabor adicionales.
Prepare un Mudslide después de la cena o cuando le apetezca un dulce. Utilizar nata espesa es la mejor apuesta en este caso, ya que la leche al 2% o desnatada no producirá los mismos resultados. Si realmente quieres darle un toque de fantasía a tu bebida, cambia el vodka por tu brandy francés favorito y disfrutarás de una dosis extra de sabor.